¿Un futuro sin plagas?

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¿Un futuro sin plagas?

Cuento de autor anónimo

El 28 de enero del año 2085, Ted había recibido su título de Agente Matriculado en Control de Plagas. Ya figuraba en los sistemas gubernamentales como un profesional habilitado para el control de insectos urbanos en viviendas y pequeños locales. Matrícula PMP-D120-326-F-85

Dentro de las especialidades por las que se podía optar luego de completar y aprobar sus estudios, Ted eligió la de control de cucarachas y otros insectos rastreros.

Si bien no había muchos pedidos para controlar cucarachas debido a que la sociedad había avanzado mucho en las nuevas prácticas de higiene doméstica y normas sanitarias para la fabricación y transporte de alimentos; de vez en cuando aparecía alguna Blatella germánica que despertaba ataques de pánico en aquellos que la descubrían, ya que era algo muy excepcional por esos tiempos.

La conciencia sanitaria de las personas había llegado a niveles óptimos. Ya nadie disponía de sus residuos de manera incorrecta. Las personas sabían que determinadas sustancias orgánicas podían originar que algunas plagas aparecieran en sus domicilios, por lo que eran muy cuidadosas en el saneamiento de sus hogares. También en cuanto a las medidas de exclusión.

Mucho tuvo que ver la gran pandemia de un virus llamado SARS Cov2 en los años 2020 – 2022, que había afectado a casi todo el planeta. A partir de aquel momento, los gobiernos y los ciudadanos comenzaron a tomar una mayor conciencia de las normas sanitarias.

Y, entre tantos cambios de hábitos, la presencia de plagas resultaba inaceptable 65 años después.

Dicho esto; podríamos conjeturar que un profesional en control de plagas no tendría mucho trabajo en un mundo donde las plagas eran algo excepcional. Pero no era así.

Las personas consideraban al profesional en control de plagas como un agente sanitario muy importante, al que no se lo llamaba cuando se confirmaba la presencia de plagas, sino que se lo convocaba para monitorear y asesorar en las tareas esenciales de prevención.

En un mundo sin plagas y sin plaguicidas, y con tan alta conciencia sanitaria, el trabajo del PMP era muy bien remunerado.

En un mundo donde la detección de plagas no era habitual, la aparición de alguna de ellas generaba un enorme impacto en las personas.

De hecho; hacía ya casi 40 años que en la ciudad no se había comprobado presencia alguna de ratas y ratones.

Las nuevas generaciones solo podían conocer a estos mamíferos a partir de vídeos grabados con una antigua tecnología de 50k a 30000 FPS, ya superada por esos tiempos.

Allí se podían ver roedores en espacios públicos, en industrias e inclusive en viviendas. Comiendo de la basura, royendo cableados, o simplemente trepando paredes para llegar a sus guaridas.

Si bien no era la especialidad de Ted, así como un arqueólogo estudia civilizaciones pasadas, él había tomado como hobbie el estudio de estos animales casi extinguidos.

Por eso, cuando vio en las noticias del dispositivo digital que llevaba incrustado en la palma de su mano izquierda que una vecina había denunciado haber visto algo parecido a una rata salir de una alcantarilla defectuosa del centro de la ciudad, se interesó especialmente en el tema.

Cuando pudo acercarse en su floating bike al sitio del suceso; ya la policía había acordonado la cuadra y no permitía acercarse a los atemorizados curiosos. El morbo de la gente era enorme. Todos expectantes de poder ver a la legendaria bestia a la que solo conocían por las imágenes de documentales científicas, pero que jamás pudieron avistar en vivo.

Cuando Ted se presentó ante la fuerza de seguridad que acordonaba el lugar como PMP Matriculado para ofrecerse a ayudar mostrando su credencial al oficial que allí se encontraba; éste le dijo que él no era experto en roedores, por lo cual no era de su incumbencia lo que estaba aconteciendo en ese momento. Al insistir Ted en ofrecer su ayuda, mencionando que tenía muchos conocimientos informales sobre el tema, el oficial le pidió que se retire del lugar, y que muy pronto llegarían expertos del gobierno para tomar las riendas de la situación.

Así fue que en unos minutos se vio aparecer un contingente de unas 20 personas ataviadas con ropa a prueba de infecciones y de ataques de ratas, portando un equipamiento que era un verdadero arsenal tecnológico. Esta gente había sido preparada durante mucho tiempo como una fuerza especial, previendo que en algún momento podía aparecer esta plaga, ya que, si bien hacía décadas que no se las encontraba, nunca se había podido certificar su extinción.

Ted estaba furioso al no poder participar. Hubiera sido la oportunidad ideal para ratificar sus conocimientos teóricos y poder conocer en persona a este animal, casi mitológico.

Así fue que se montó en su vehículo y se alejó del lugar con frustración. Llegado a su casa, se puso a releer toda la información sobre ratas y ratones que tenía en su biblioteca digital. También, consiguió un plano de los desagües de la ciudad, pensando que tal vez se le podría ocurrir algo.

Pensó en el triángulo de la vida: alimento – agua – refugio. Los tres elementos necesarios para que una plaga se instale en un lugar.

Rápidamente llegó a la conclusión que la supuesta rata denunciada ya no estaría en el lugar donde estaban actuando las fuerzas sanitarias especiales.

Como además, los basurales se habían erradicado hacía unos 50 años, y las personas disponían de manera muy segura de sus desechos, las posibilidades de que el animal encontrara el lugar soñado eran muy pocas.

Fue así que, luego de estudiar los recorridos del sistema de desagües de la ciudad, decidió ir al sitio donde desembocaba el caño por el cual se conectaba la alcantarilla de las noticias con el caño maestro. Buscó en su refrigerador un trozo de alimento para atraer al roedor, razonando que debería de estar desesperado por comida. Encontró una porción de pastel de calabaza y queso que le había mandado su madre y que no le gustaba mucho. Y se fue al lugar donde presumía podía tener éxito. Al menos si el animal realmente existía y no era fruto de una mente enfermiza.

Montó su vehículo con el cebo, y otros elementos que pensó le podían ser de utilidad.

Cuando llegó al lugar, estaba oscuro. No había personas en la calle. Con miedo a ser descubierto por las autoridades ejerciendo una actividad ilegal, escondió su vehículo y, linterna en mano, ingresó luego de mover una reja de una alcantarilla que conectaba los desagües al sitio donde él presumía que podía encontrarse la bestia.

Caminó unos 80 metros en la oscuridad. En un momento le pareció percibir un movimiento unos metros más adelante. Sacó el pastel de la mochila y lo colocó en un lugar seco del borde del desagüe. Retrocedió y se quedó en silencio esperando que algo sucediera.

A los pocos minutos se encendió un sensor que había colocado dentro del trozo de pastel. Encendió su potente linterna y disparó un rayo inmovilizador contra el animal. Este quedó paralizado al instante. Tomó una jaula de fibra de carbono plegable que llevaba en su mochila, la abrió y colocó al animal dentro de ella. La rata estaba aturdida. Y él muy excitado. Podría decirse que emocionado. Se sintió que estaba protagonizando una escena de una película de ciencia ficción.

Salió del desagüe con mucho sigilo. Se subió a su floating bike con las luces apagadas para no ser detectado. Llegó a su casa – laboratorio con el espécimen de Rattus norvegicus que estaba despertando, y lo colocó en una jaula más grande y cómoda para el animal.

Le dio agua y comida, y colocó unos trapos viejos en la jaula para que estuviera más cómoda.

Pensó: “de donde haya venido este animal podría haber otros – Si encuentro la colonia será un gran logro profesional y un servicio invalorable a la comunidad”

Ahora tenía que decidir que hacer. Si avisar a las autoridades sobre su captura para que la población se calmara corriendo el riesgo de ser acusado y hasta encarcelado por ejercer una actividad sin licencia; o si aprovecharía esta oportunidad única para estudiar a fondo a una plaga que había dejado de serlo hacía unos 40 años, y convertirse así en un verdadero y casi exclusivo especialista en control de roedores. Seguramente en una celebridad. Y tal vez, en un héroe nacional. Aunque, por ahora, debería seguir en la clandestinidad.